Nadie dijo que la paternidad fuera a ser fácil.
Hay una guerra subterránea entre las parejas que no tienen hijos y las que tienen hijos. En los encuentros mixtos (de parejas sin hijos y parejas con hijos) los sin hijos tienden a mirar con los ojos entrecerrados a aquel de la pareja con hijos que de repente suelta: "¿Te enseño una foto de 'mi Javi'? Los sin hijos, en este tipo de combates, son bastante rápidos y tienen salidas ocurrentes del tipo: "¿Te enseño yo una de nuestro viaje EN PAREJA a las islas Seychelles?". Pero nada que digan podrá achantar a un padre, que se entrena cada día con sus hijos en el arte de la dialéctica y la acción. Así que con agilidad, el con hijos saca el móvil del bolsillo y empieza a proyectar y explicar cada una de las fotos de Javi, Palomita y Carlos Junior. La guerra parece que va a estallar de un momento a otro, la tensión se palpa en el ambiente... Pero, finalmente, en la foto 100 del quinto cumpleaños de Carlitos Junior ya se ha dormido todo el personal. Matados de aburrimiento.
Los con hijos son conscientes de que pueden son muy pesados, muy ruidosos y muy absurdos. Aplauden cada tontería que hace su hijo y buscan el aplauso entre el resto de parejas, aunque éstas no tengan hijos y no entiendan el teatrillo que se monta cada vez que el niño hace algo. Pero, qué se le va a hacer, los hijos son patrimonio cultural de la humanidad. Y si no lo creéis, dadle al play.
La tensión entre padres y maestros empieza en la guardería, con una sillita muy pequeñita en la que tienes que sentarte y una retahíla de palabras diminutivas. Al final de la reunión acabas con el culo encajado en la silla y la cara dolorida por llevar todo el día con la boquita de piñón. Todo sea por nuestros hijos. Ser padre de niños muy pequeños exige hablar como tontitos y llevar pincitas en el pelito porque hemos aceptado que nuestra hijita nos peine esa mañana.
Y no sólo eso, sino que al ir a recoger al niño a la guardería tenemos que aguantar el chaparrón de la maestra. Que dan ganas de decirle: ¿pero no lleva mi hijo todo el día con usted? ¡échele la bronca a él y ya me lo contará luego!. Los profesores de guardería son unos entusiastas, unos motivados, todo es luz, color y pastelitos.
Sólo rezas para que no le hayan mandado deberes para casa. Porque seguro que te toca pasar la tarde cantando en bucle "En el auto de papá" (o similares) hasta que te entren ganas de vender el coche e ir en patines a la guarde.
¿Estás esperando? ¿Qué esperar cuando estás esperando? ¿Cómo esperar? Pues esperando. En eso consiste el embarazo, en esperar 9 meses hasta que el niño o niña nazca. Así de fácil. Y luego... ya veremos. Hay padres impacientes que necesitan estar informados de las últimas novedades en cuanto a tener hijos. Como si fueran modelos de iPhone que nacen con más apps y virtudes según vengan al mundo en octubre o en agosto. Algunos preparan la habitación, compran la ropa, los juguetes y los potitos mucho antes de ponerse... a ello. A lo importante.
Carles Capdevilla habla de lo que le cambia a uno tener hijos. Porque los que dicen que no te cambia son: o unos mentirosos o dj's en Ibiza. Cuando eres padre tienes que planificar todo: el día que va a caerse del columpio, el día que se va a poner malo en el cole, el día que vas a tener que ir a recogerle al polígono porque está borracho como una cuba... En la planificación está el éxito. No hay nada como planificar unas buenas vacaciones con tus hijos en un sitio en el que haya otros padres, otros pringados como tú.
"Educar es como enseñar a ir en bici... pesado y peligroso".
Los padres son tan pesados que al final los hijos aprenden a montar en bici porque están hartos: hartos de que les empujen, de caerse y desollarse las rodillas y de que les quiten los ruedines en un momento de despiste. Y es que hay padres demasiado sobreprotectores: de la liga anti-piruleta, anti-toboganes y anti-arenero. Hay algunos que van felizmente con sus hijos al parque y, justo antes de soltarles la mano para que corran hacia los columpios, les dicen aquello de: “pero no te manches”. Que el niño se da la vuelta, mira al padre y le dice "pues mejor vámonos".
Está claro que los niños quieren volver de jugar con marcas de guerra, con ropa manchada que indica que se lo han pasado bien, que se han metido en todos los charcos posibles y que, con suerte, han comido un poco de arena. Para presumir, hay que sufrir. Y cómo sufren los padres con ellos. Agotan todas las posibles maneras de decir que "no" hasta que se ven obligados a recurrir a la ironía de manera continuada: "sí, sí, ve y coge todas las piruletas que quieras, que ahora voy yo y lo pago". Esto provoca tal cortocircuito en los niños que no saben si hacer caso al padre o ir a comer más arena.
En este hilarante m
El fútbol para niños es una actividad maravillosa, solo tiene un problema: los padres, los aficionados más peligrosos. Cualquiera que se haya dejado caer por un partido de fútbol infantil sabrá qué es “El Frente de los Ultra-Padres”, se sitúan en un lateral acompañados de carritos de bebés, botellas de agua, suegros o bolsas de deporte. Cuando su hijo tiene el balón, corren paralelamente a él en el campo mientras gritan un: “¡¡¡Tú solo!!!”. Finalmente, para recuperar el aliento, vuelven a la base para lanzar trozos de la merienda a los padres del otro equipo.
Éstos padres se convierten en árbitros, entrenadores y taxistas. Sus hijos son siempre Cristianos Ronaldos y Messis, no se conforman con que los niños se lo pasen bien, tienen que ser estrellas del fútbol. Durante los partidos, las madres saltan al campo con la efusividad de un espontáneo e, incluso, se puede ver a alguna pidiéndole un autógrafo a sus propios hijos.
Carles Capdevila cuenta sus experiencias peregrinando de campo de fútbol en campo de fútbol acompañando a sus hijos. Un monólogo desternillante sobre cómo los padres convierten este deporte en un absurdo campo de batalla.
Cuando tus hijos son pequeños la sola idea de separarte algún día de ellos te produce una pena insoportable. Por eso hay que agradecer enormemente la adolescencia. Gracias a ella contrarrestamos esta emoción de pena y la idea de que algún día te podrías separar de tus hijos te parece hasta interesante, casi urgente. Su adolescencia te obliga a desarrollar superpoderes para entenderles, intentar comunicarte con ellos y darles la pelea que buscan.
Asume que no les vas a convencer de nada, que van pensar lo contrario que tú y que te van a mentir. No te preocupes, la venganza se sirve con fuertes achuchones, el peor enemigo de los adolescentes.
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