Vemos y sentimos el mundo como si estuviera hecho a nuestra medida. Sin embargo, la Naturaleza se muestra a escalas muy distintas, en ella se combina lo diminuto y lo inmenso, lo invisible y lo visible, el frío absoluto y el más tórrido e inimaginable infierno. El podcast "Ciencia EXtrema", elaborado por José María Campos Cánovas, nos invita a conocer los récords más sorprendentes de la Naturaleza.
Los viajes de Gulliver es un cuento que estimula nuestra imaginación con la posibilidad de que una misma persona (Lemuel Gulliver) pueda ser un gigante en la tierra de Liliput, en donde es doce veces más grande que sus habitantes, o un ser minúsculo en la tierra de Brobdingnag, doce veces más pequeño que las personas que allí viven. Con esta idea en mente, les invitamos a descender escalonadamente por el mundo microscópico, disminuyendo mil veces el tamaño en cada escalón. Así, una persona de tamaño medio podrá compararse con una hormiga, una bacteria, un virus, un átomo, un protón o un quark… y continuará empequeñeciendo hasta alcanzar el mínimo tamaño posible en un espacio gobernado por la geometría clásica. Ése límite se denomina “longitud de Planck”.
El mundo microscópico es esa dimensión de la longitud que durante siglos estuvo oculta a los ojos de casi todas las generaciones de humanos que han existido y que apenas, hace pocos siglos, nos fue revelada.
Aún recuerdo la primera vez que utilicé el microscopio para observar el micro mundo. De pronto Glóbulos rojos, bacterias, parásitos, cristales y otros estructuras y seres vivos aparecieron frente a mis ojos. De simples esquemas, dibujos y fotografías, ahora podía verlos. Una experiencia fascinante. Hoy quiero invitarle a un pequeño viaje. A uno verdaderamente pequeño. Tan pequeño que no tendrá que moverse de su lugar, sin embargo, le advierto que puede llegar a parecerle infinito.
Al medir la temperatura, lo que se mide en realidad es la energía cinética que contiene la materia. Es decir, medimos la energía del objeto debida al movimiento de sus partículas. Cuanto más baja es la temperatura de un cuerpo, menor es el movimiento de los átomos y moléculas que lo componen. Siguiendo este razonamiento, si vamos bajando más y más la temperatura de un cuerpo, debe existir un punto en el que los átomos y moléculas ya no se muevan. Esa temperatura es -273,15 ºC ¡El cero absoluto! Ése es el límite inferior. Ahora, nos falta por descubrir la temperatura más alta que puede existir ¿puede haber un límite? Sí, lo hay. Un límite marcado por una constante de la naturaleza: La velocidad de la luz. Se lo contamos en este podcast.
Daniel Iván Reyes nos invita a viajar por el interior de la célula, ampliada un millón de veces, de manera que ocupe el volumen de un globo aerostático de 20 metros de diámetro. Profundizando en la imagen que ya nos ofreció en el programa especial dedicado a los 20 millones de audios servidos en CienciaEs, Daniel ha decidido dar una vuelta de tuerca más a la idea y forzar nuestra imaginación para que podamos comprender las dimensiones relativas de la membrana, núcleo, mitocondrias y otros elementos de una célula cualquiera, como las que forman nuestros propios cuerpos, cuando ésta se compara con un objeto conocido.
El ADN humano está formado por millones de pequeñas moléculas llamadas nucleótidos. Se estima que contiene unos 3.450 millones. Cada nucleótido mide la tercera parte de un nanómetro, es decir 0,34 nm ¿Cuantos metros son 0,34nm por 3.450 millones nucleótidos? Un metro y 17 centímetros. Ahora bien, la célula tiene el ADN por duplicado, así que la célula tiene una hebra de 2 metros con 34 cm de ADN. Se estima que en un humano promedio de unos 70kg de peso hay entre 50 a 100 billones de células. Si uniéramos todas las cadenas de ADN de esas células obtendríamos una única hebra de 175.500 millones de kilómetros. Naturaleza extrema ¿no les parece?
Los humanos, cuando mucho, vivimos 100 años. Si quisiéramos recibir una respuesta de una posible civilización existente en un radio que dé tiempo a nuestra vida de recibir respuesta, tendríamos que buscar vida a no más de 50 años luz de distancia. De esta manera la señal podría viajar 50 años a la velocidad de la luz hasta el destinatario y luego regresar con la respuesta dentro de otros 50 años… las grandes distancias y la limitación de la velocidad de la luz, nos confina a no aspirar a establecer comunicación, si es que queremos recibir la respuesta en vida, a no más de 100 años… cien años de soledad.
A pesar del gran daño que los microorganismos infecciosos han demostrado provocar en la humanidad, alguien se atrevió a emplearlos como armas contra sus semejantes. La historia está plagada de ejemplos: los persas contaminaban pozos con cuerpos de personas o animales muertos por enfermedades contagiosas; otros ejercitos lanzaban flechas contaminadas con excremento humano con la esperanza de matar a los enemigos infectándolos; durante los asedios se catapultaban cadáveres infectados por la peste o, incluso, se hacían regalos envenenados con agentes infecciosos al enemigo para debilitarlo. Esos fueron los inicios de una guerra bacteriológica que ahora alcanza niveles muy sofisticados en forma de virus modificados o esporas de ántrax.
Las plantas están limitadas en su habilidad para buscar un lugar con condiciones favorables para la vida y el crecimiento, pues pues no pueden desplazarse. Entonces, ¿qué pretende un árbol al envolver sus semillas de esta forma en un fruto tan irresistible? La respuesta es obvia, quieren que otros seres vivos se las coman, ellos no pueden esparcir sus semillas, pero un animal sí. Ahora, los humanos hemos ido más lejos. Hemos creado bancos de semillas para salvaguardar la diversidad de plantas para el cultivo alimentario en el futuro.
Hoy, Daniel Iván Reyes nos invita a escuchar un relato de ciencia ficción que sucede en un lugar existente en la actualidad. En el interior de una montaña de una isla remota en el archipiélago de Svalbard, a medio camino entre la punta más septentrional de Noruega continental y el Polo Norte, se encuentra un banco de semillas que lleva por nombre La Bóveda Global de Semillas de Svalbard, también conocida como “La bóveda del Fin del Mundo”. Es un refugio de enormes dimensiones, construido a prueba de terremotos y bombas nucleares, donde se almacenan en la actualidad más de 850.000 muestras de semillas pertenecientes a 4.000 especies, una cantidad en continuo aumento porque el refugio tiene capacidad para 4.5 millones de muestras. Todo ello con el fin de preservar la riqueza genética vegetal para el futuro.
Los alimentos, además de proporcionarnos las materias primas como el calcio para formar huesos, proteínas para formar músculos, piel, etc, además nos dan energía. Para que pueda darse una idea, tan sólo trate de imaginar la energía que debería transferirle a un robot para que se mueva durante todo un día tal y como lo hace usted desde que se levanta hasta que se acuesta. Así mismo, trate de calcular cuánta energía emplearía para mantener prendida una computadora 24 horas cada día realizando millones de operaciones por segundo simulando nuestro cerebro. Y sobre todo, para mantener a ese robot a una temperatura interna de 37º C independientemente de que haga frío o calor en el ambiente. Todo ello demanda energía, mucha energía.
Hoy quiero invitarle a realizar una investigación. De esas que, en el campo de la criminología, Sherlock Holmes realizaría con ávido interés. Pero esta será una investigación en el campo de la biología. Específicamente una de esas investigaciones que tanto apasionan al Dr. House. Intentaremos obtener algunas conclusiones basándonos en la observación tal y como ellos lo hacían. Emplearemos su método de observación para destacar algunos fenómenos de la naturaleza extrema de la especie humana ante diferentes situaciones: Adaptación, selección artificial, fenotipo y mutación.
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