Un podcast que transmite las sensaciones capítulo a capítulo de alguien que está viendo Lost por segunda vez. Presentado por Emilcar.
Jack y Kate están escondidos entre los arbustos discutiendo (como siempre) mientras miran el cadáver de Daniel, recién abatido. No tienen tiempo para procesarlo porque aparecen unos Hostiles a caballo que les apuntan con rifles. Bienvenidos al club de los secuestrados, versión Dharma.
En el campamento, Eloise Hawking revisa el diario de su hijo muerto y descubre, horrorizada, que está escrito con su propia letra.
Mientras tanto, Sawyer y Juliet están en la oficina de seguridad de Dharma. Radzinsky, que ya se ha coronado como el jefe más insoportable del año, los interroga a golpes. Sawyer aguanta los puñetazos con su típico sarcasmo, hasta que Phil, con cara de psicópata reprimido, golpea a Juliet. Entonces Sawyer deja el modo irónico y pasa al modo rabia asesina.
Por otro lado, Hurley, Miles y Jin intentan huir hacia la playa, pero se topan con Pierre Chang, que les pregunta si realmente vienen del futuro.
Mientras tanto, Chang vuelve a los Barracones y detiene los trabajos del Cisne, pero Radzinsky, en su línea, se cree el emperador del mundo y se niega. Sawyer, viendo la oportunidad de salvar el pellejo, propone un trato: si deja que él y Juliet se marchen en el submarino, les contará lo que quieran saber. Radzinsky acepta, Sawyer dibuja un mapa falso de los Hostiles y los manda directos al desastre.
En el río, Eloise, Jack y Kate se preparan para bucear hasta el túnel donde está la bomba. Kate, harta del plan suicida, se marcha, pero uno de los Hostiles intenta detenerla. De repente, un disparo: el hombre cae muerto. Sayid aparece, dramático como siempre. Se une al grupo, aunque cree que ya han cambiado el futuro porque mató a Ben. Kate le aclara que Ben está vivito y coleando. Ella se va para avisar a los demás de que estos locos quieren detonar una bomba.
En los Barracones, el altavoz anuncia la evacuación. Miles, Hurley y Jin observan escondidos cómo la gente sube al submarino, incluyendo a Charlotte y a su madre. También ven a Lara Chang y al pequeño Miles, mientras Pierre grita enfadado (pero en realidad los está salvando). Finalmente llegan Sawyer y Juliet, esposados, listos para salir de la Isla. Sawyer intenta aliviar la tensión diciendo que comprará acciones de Microsoft. Juliet finge una sonrisa y se agarra de su mano. Todo es casi romántico… hasta que Phil mete a Kate en el submarino esposada con ellos. Juliet pone cara de “por favor, no otra vez”. El submarino parte mientras los tres comparten un silencio incómodo.
En los túneles, Eloise, Jack, Richard y Sayid llegan hasta Jughead, la bomba de hidrógeno. Eloise la destapa y pregunta: “¿Y ahora qué?” Silencio total. Nadie tiene idea. Muy tranquilizador.
Sun le enseña a Richard una foto de los reclutas Dharma de 1977 y le pregunta si reconoce a alguien. Richard, sin rodeos: “Sí. Los vi morir a todos.” Sun se queda helada.
El trío dinámico se adentra en la selva. Locke anuncia que van a visitar la avioneta nigeriana (la del contrabandista y las estatuas de heroína) y luego a Jacob. Richard, resignado, lo sigue. En el lugar del accidente, Locke le ordena que cure la herida de un hombre que está a punto de llegar… y resulta ser Locke del pasado, el que viajaba en el tiempo. Paradoja servida.
De vuelta en el campamento, Locke convoca a todos los Otros y anuncia que irá a ver a Jacob, invitándolos a acompañarlo. La multitud está emocionada, salvo Richard y Ben, que se miran como diciendo “esto no va a acabar bien”.
A la mañana siguiente, el grupo parte hacia la cabaña de Jacob. En el camino, Ben le dice a Locke que Richard no se siente cómodo con la visita, pero él insiste en que deben hacerlo. Luego, como quien no quiere la cosa, Locke le suelta su verdadera intención: “No quiero ver a mis amigos. Voy a matar a Jacob.”
Ben se queda helado. Locke sigue caminando como si acabara de decir “voy al súper”. Y así termina: con un Locke resucitado que se proclama líder, Richard cada vez más nervioso, y la promesa de una cita mortal con Jacob en el horizonte.
El joven Daniel Faraday toca el piano como si fuera Mozart reencarnado, hasta que aparece su madre, Eloise Hawking, que lo mira con una mezcla de ternura y rigidez británica. Le dice que la música es “bonita”, pero básicamente una pérdida de tiempo, porque su deber es ser un genio de la ciencia, no un compositor.
En 2004, Daniel está viendo las noticias sobre el hallazgo de los restos del vuelo 815, y se pone a llorar sin saber por qué. Llega Widmore, con esa calma de villano con traje caro, y le suelta dos bombas: una, que él mismo falsificó los restos del vuelo, y otra, que quiere que Daniel se una al carguero Kahana para ir a la Isla porque “la Isla lo curará”. Viendo que Daniel tiene la cabeza hecha papilla y que probablemente no recordará nada, Widmore se lo dice sin miedo. La manipulación familiar de manual.
Daniel llega en el submarino Galaga con cara de haber dormido poco y pensado demasiado. Encuentra a Miles, le enseña la foto de reclutas de Dharma y le dice que ha vuelto porque algo no encaja. Va directo a casa de Jack y le suelta: “Mi madre os mandó aquí y estaba equivocada. No debéis estar aquí.” Jack se queda con cara de anuncio de ibuprofeno.
Daniel convence a Miles de llevarlo a la estación Orquídea, donde se topan con Pierre Chang. Daniel intenta advertirle de que el experimento con la energía electromagnética va a acabar en desastre. Chang lo mira como si le estuviera vendiendo criptomonedas. Daniel le suelta que viene del futuro, lo cual no ayuda a su credibilidad. Miles intenta mediar, pero Daniel lo traiciona revelando que él es el hijo de Chang. Miles lo niega con fuerza y Chang, ya harto de los chiflados, se va.
De camino a por armas, Radzinsky los pilla y se arma un tiroteo. Daniel recibe un balazo leve, Jack revienta un tanque de combustible (porque sutil nunca fue), y escapan entre humo y gritos. Cuando llegan a la valla, Jack le cura la herida y Daniel le recuerda que están en su “presente”, así que sí, los tiros cuentan.
Jack y Kate le piden explicaciones a Daniel, que les suelta su gran teoría: el futuro no está escrito, porque ellos son las variables. No todo son constantes, los humanos pueden cambiar el destino. Su plan: detonar la bomba de hidrógeno para evitar el incidente y que el vuelo 815 nunca se estrelle. Plan arriesgado, pero con buen discurso motivacional.
Llegan al campamento de los Hostiles. Daniel entra disparando al aire y exige hablar con Ellie. Aparece Richard Alpert, siempre perfecto, diciendo que Eloise no está. Daniel apunta con su arma, nervioso, y de repente, alguien le dispara por la espalda: su propia madre, joven y sin saber quién es. Moribundo, Daniel la mira y le dice: “Tú sabías que esto iba a pasar, y aun así me enviaste aquí.” Y ahí lo entiende todo. Eloise lo mira horrorizada al darse cuenta de que acaba de matar a su hijo. Uno de los momentos más crueles y retorcidos de toda la serie.
Desmond está en el hospital tras recibir el disparo de Ben. Penny espera fuera con su hijo Charlie, cuando aparece Eloise Hawking, vestida como si fuera a un funeral (lo cual encaja). Le dice que conoce a Desmond y que la culpa es de su hijo. Penny pregunta si se refiere a Ben y Eloise responde con un “¡por Dios, no!” digno de telenovela. “Mi hijo es Daniel Faraday.” Le pide perdón y admite que por primera vez en mucho tiempo no sabe lo que va a pasar.
Finalmente, Desmond sobrevive, y Penny corre a verlo. Él, aún medio dopado, le recuerda la promesa: “Nunca te abandonaré.” Todos suspiran aliviados.
Fuera, Widmore se encuentra con Eloise y le pregunta por Desmond. Ella le dice que está bien, y añade que su hija (Penny) está dentro, insinuando que debería entrar a verla. Widmore responde que sacrificó a su hija por la Isla. Eloise, con lágrimas y rabia contenida, le recuerda que ella sacrificó algo mucho peor: a su propio hijo. Widmore, todavía más incómodo, dice: “Era mi hijo también.” Ella lo abofetea y se va, dejando a Widmore con la cara roja y el alma más gris que nunca.
De pequeño, Miles ya apuntaba maneras: su madre, Lara, busca piso mientras el casero pone cara de “niños no, gracias”. Ella insiste en que Miles es un chico tranquilo. Spoiler: no lo es.
Cuando la madre lo deja a solas con una máquina de refrescos, Miles empieza a oír voces y termina en el apartamento del muerto de al lado. Encuentra el cadáver y le dice a su madre, muy pancho, que el señor le está hablando. Lara entra, ve el panorama y se da cuenta de que su hijo es más El Sexto Sentido que estudiante modelo.
Años más tarde, Lara está enferma y Miles, ahora con más piercings que empatía, le pide respuestas sobre su padre. Ella le dice que las únicas respuestas están bajo tierra, literalmente: su padre murió hace mucho y está enterrado en un lugar al que él nunca podrá ir. Misterio paternal activado.
Luego conoce a Naomi Dorrit, que le ofrece un trabajito un poco más turbio: comunicarse con un cadáver para averiguar quién le pagó por falsificar los restos del vuelo 815. Miles ve el dinero y acepta más rápido de lo que diría “Widmore”.
Después del desastre con Ben niño, Sawyer y Kate vuelven y Sawyer le pide a Miles que borre las cintas de seguridad. Pero justo aparece Horace, que le da un paquete “confidencial” para Radzinsky. Le dice que está entrando en el “círculo de confianza”. Miles asiente con cara de “sí, claro, ahora soy un agente secreto de una comuna hippie”. Sale sin borrar la cinta. Error número uno.
Miles entrega el paquete y Radzinsky le recibe a punta de pistola (trato habitual en Dharma). El misterioso paquete resulta ser una funda para cadáveres. Al abrirla, el muerto tiene un agujero en la cabeza. Miles usa su don y descubre que el tipo murió cuando un empaste le salió disparado por culpa de un campo electromagnético. Así de literal. La Isla, siempre matando con estilo.
Mientras tanto, Roger Linus está cada vez más paranoico porque su hijo ha desaparecido. Juliet miente, Kate intenta consolarlo y Roger la acusa de saber algo. Luego va a quejarse a Jack, que intenta calmarlo sin éxito. En paralelo, Phil pilla la cinta que Miles no borró y confronta a Sawyer. Sawyer responde como siempre: con un puñetazo. Lo ata y se prepara para el caos que se avecina.
Horace ordena que el cuerpo sea llevado a la Orquídea, y Miles tiene que hacerlo. Pero esta vez lo acompaña Hurley, que mete bocadillos en la furgoneta. Al poco rato, Hurley se queja de un olor horrible y descubre el cadáver. Miles, harto, le explica que puede comunicarse con los muertos, y Hurley responde que él también… solo que él juega al ajedrez con ellos. Miles le aclara que no, que lo suyo es más “versión radio psíquica” que Ouija deluxe.
En la Orquídea aparece Pierre Chang, muy poco simpático. Se enfada al ver a Hurley y amenaza con mandarlo a limpiar caca de oso polar si abre la boca. Hurley promete callar. Cuando están solos, Miles confiesa que ese tipo gruñón es su padre. Hurley reacciona con entusiasmo infantil.
Chang les pide que lo lleven a la zona de construcción de la estación Cisne, y en el camino Hurley no deja de hacer comentarios tipo “deberías hablar con tu padre”, a lo que Miles responde con silencios incómodos. Llegan justo cuando están grabando los famosos números de la escotilla. Hurley alucina al ver el origen de su mala suerte impreso en metal.
Esa noche, Miles ve a su padre, Chang, cuidando de su yo bebé con ternura. Lo observa desde fuera, dándose cuenta de que quizá el hombre no era el monstruo que su madre le pintó. En ese momento Chang sale y, sin saber quién es realmente, le pide ayuda para ir al muelle. Miles acepta, todavía procesando el shock.
En el muelle, llega el submarino con un nuevo grupo de científicos. Y quien baja, tan tranquilo, es Daniel Faraday, como si nunca se hubiera ido.
Charles Widmore aparece a caballo en plan señor feudal de la Isla y entra en la tienda donde el joven Ben se está recuperando del balazo que le metió Sayid.
Ben y un joven Ethan están espiando a Danielle Rousseau. Ethan quiere jugar a comando, pero Ben le manda callar y entra solo. Ve a Rousseau dormida, apunta con su pistola, pero el bebé empieza a llorar y se le derrite el corazoncito. En lugar de matarla, secuestra al bebé, tira una caja de música (detalle tierno, pero caótico) y le dice a Rousseau que corra si oye susurros. Clásico consejo lostiano.
Ben, feliz con la pequeña Alex en el columpio, recibe la visita de Richard Alpert, que le informa de que hay embarque de submarino. Ben decide ir al muelle para ver a un Widmore esposado y humillado. Widmore ha sido desterrado por salir de la isla para tener familia y hacer turismo con “una extraña” (Penny incluida). Le lanza a Ben la profecía: “Algún día tendrás que elegir entre la Isla y Alex.” Spoiler: sí, y mal. Widmore se marcha con la cabeza alta, y Ben hereda oficialmente el título de “manipulador jefe de la isla”.
Ben vuelve a la civilización con un plan muy sano: asesinar a Penny Widmore. Llama al propio Widmore para avisarle, como buen psicópata educado. Llega al muelle, se cruza con Desmond (porque el destino es un guionista cruel), le dispara pero no lo mata, y se dirige al barco. Apunta a Penny, que está con su hijo, y le dice que su padre mató a su hija. Penny le suplica, pero Ben no escucha… hasta que ve al niño Charlie. Se le congela la conciencia por tres segundos, baja el arma, y Desmond lo apaliza hasta dejarlo flotando en el puerto como una bolsa de basura arrepentida.
Ben intenta manipular al grupo de supervivientes y convence a Caesar de que Locke podría ser peligroso. Cuando Caesar saca la escopeta, sorpresa: ya no la tiene. Ben la ha robado y lo mata de un disparo. “Considéralo una disculpa”, le dice a Locke. La terapia de grupo empieza fuerte.
Ben y Locke llegan y descubren que Sun y Frank están en la vieja casa de Ben. Sun les enseña una foto de los Dharma de 1977, y Ben se queda en shock al ver que sus viejos amigos estaban infiltrados allí. Frank, como siempre, aporta el sentido común: “¿De verdad vais a seguir a un muerto y a un asesino?” Sun, por supuesto, dice que sí.
Ben se mete en su despacho secreto y abre un túnel detrás de la estantería. Encuentra una cámara subterránea con un charco y un mecanismo. Lo acciona, el agua desaparece, y Ben susurra a la cueva: “Estaré afuera.” Traducido: “Monstruo, tenemos cita pendiente.”
Arriba, Locke le confiesa a Sun que nunca había visto algo como su propia resurrección. Ben asiente, probablemente pensando: “Yo tampoco, y ya he visto cosas.”
Como el humo no aparece, Locke decide ir a buscarlo. Ben, resignado, lo sigue hasta el Templo, donde Locke le dice que se meta por un agujero del suelo. Antes de bajar, Ben le deja a Sun un recado: “Si salgo de esta, dile a Desmond que lo siento.” Un bonito gesto para quien le pegó un tiro.
Ben cae por un agujero y acaba solo entre ruinas egipcias llenas de jeroglíficos. Encuentra un mural de un dios (probablemente Anubis) y al Monstruo en formato arte rupestre. Entonces se oye el zumbido clásico y el humo aparece, envolviéndolo. Ben ve flashes de su vida: Alex, Widmore, su culpa, su miseria. Terapia intensiva en 4D.
El humo desaparece… y reaparece como Alex, que lo agarra y le grita que sabe que planea matar otra vez a Locke. Le ordena que lo siga y lo obedezca o lo destruirá. Ben, más blanco que nunca, promete hacerlo. Alex se esfuma, y Locke reaparece justo a tiempo con una cuerda. “¿Qué ha pasado?”, pregunta Locke. Ben, derrotado, contesta: “Me ha dejado vivir.”
Y así termina: Ben redimido a la fuerza, Locke jugando a mesías resucitado, y el espectador preguntándose si el monstruo era más justo que la mitad de los humanos de la serie.
2005
Kate cumple la promesa a Sawyer (porque en Lost todo el mundo tiene asuntos pendientes con todo el mundo) y va a visitar a Cassidy, la ex de Sawyer, que vive con Clementine, la hija que él nunca conoció. Kate aparece con dinero y cara de “hola, vengo a resolver mi trauma emocional”. Cassidy, sin pelos en la lengua, le suelta que Sawyer no fue ningún héroe al tirarse del helicóptero, sino un cobarde que se quitó de encima a Kate. Y remata diciendo que Kate se quedó con Aaron porque necesitaba algo que abrazar. Básicamente, terapia gratuita pero sin filtro.
Después, Kate visita otra vez a Cassidy y a Clementine, ya casi familia. Le cuenta el susto del supermercado, y Cassidy, con su sabiduría de ex, le dice que Kate necesitaba a Aaron para curarse de Sawyer. Kate, con cara de resignación, se da cuenta de que es verdad.
Así que finalmente lleva al niño con su verdadera abuela, Carole Littleton, y le suelta toda la verdad: “Hola, soy la que secuestró a tu nieto, pero tranquila, lo hice con amor”. Le dice que Claire está viva y que volverá a buscarla. Carole se queda entre el shock y la ternura. Kate le da un beso a Aaron y se despide. Cierre de trauma maternal, capítulo 1.
Jin despierta tras recibir una buena paliza y encuentra al pequeño Ben sangrando. Lo carga en la furgoneta y vuelve a los Barracones. Mientras tanto, Horace convoca una reunión Dharma de emergencia: Sayid ha escapado, y alguien de los nuestros lo ayudó. Jack se mete donde no le llaman, y Horace lo mira con cara de “te tengo fichado, novato”.
Juliet intenta salvar la vida del pequeño Ben, pero no puede frenar la hemorragia. Sawyer, desesperado, va a pedir ayuda a Jack. Y Jack, en plan “nuevo yo zen”, dice que no va a operar a Ben. Argumenta que ya lo salvó una vez y que no lo hará otra. Kate se queda a cuadros. Jack le dice que a ella tampoco le gustaba su versión anterior. Conversación digna de pareja en crisis.
Kate, sin rendirse, dona sangre para el niño, porque claro, es “donante universal” (también de problemas). Mientras tanto, Roger le cuenta entre lágrimas que su hijo siempre necesitó una madre y que su esposa murió al dar a luz. Kate se ablanda y lo escucha con mirada compasiva.
Hurley y Miles tienen un debate temporal digno de física cuántica de guardería: si Ben muere, ¿ellos desaparecen? Miles le explica que no, que el pasado no se puede cambiar. Hurley, lógico, pregunta por qué Ben no recuerda haber sido tiroteado de niño. Miles se queda sin respuesta. Física 0 – Hurley 1.
Juliet logra estabilizar a Ben, pero dice que solo los Otros podrían salvarlo. Kate, en plan heroína impulsiva, mete al niño en una furgoneta y se lanza hacia la jungla. Sawyer la alcanza, parece que la va a detener… pero no, se une a ella. Lo hace “por Juliet”, dice. Claro, Sawyer, por Juliet.
Mientras conducen, Kate le cuenta a Sawyer lo de Cassidy y Clementine. Él, maduro y resignado, le dice que su relación nunca hubiera funcionado. Que él ha cambiado. Y por una vez, parece cierto.
Llegan al territorio de los Otros, donde Richard Alpert aparece con su habitual brillo de inmortal misterioso. Sawyer le entrega a Ben y le pregunta si ya lo conocía. Richard, con cara de póker, no responde. Explica que si se lleva al niño, perderá la memoria, la inocencia y se convertirá en “uno de los nuestros”. Vamos, una lobotomía mística. Uno de los Otros protesta mencionando a Ellie y Charles, pero Richard pasa de todos. Coge al niño y se lo lleva al templo, atravesando una puerta de piedra gigante, como si fuera Gandalf entrando en Moria.
Ben despierta en la enfermería de la Hidra, confuso, y se encuentra con Locke mirándolo fijamente. Locke, con esa sonrisa perturbadoramente zen, le suelta: “Bienvenido a la tierra de la vida”. Ben pone cara de “mejor me habría quedado muerto”.
Fin del episodio. Todo sigue igual de raro, todos siguen traumatizados, y el espectador sigue preguntándose si el pobre Ben se merecía tanto drama.
Papá Jarrah decide que ha llegado el momento de convertir a su hijo en “todo un hombre”, lo que al parecer en Irak significa asesinar a una gallina con las manos desnudas. El pequeño Sayid se niega, demostrando que tiene más empatía que todos los adultos de su familia. Pero su hermano menor llega, le hace un Fatality al ave sin despeinarse, y papá orgulloso suelta un: “Bien hecho, Sayid”. Sí, empieza bien la infancia del tipo.
Sayid, ya adulto y con menos ternura, está de Eurotrip, pero en versión “John Wick”. Persigue a un ruso que le ofrece un fajo de billetes por su vida. Spoiler: no funciona. Dos disparos después, Sayid se va a tomar un vodka con Ben Linus, quien básicamente le dice: “Ya no quedan más tipos que matar, campeón. Ahora búscate un hobby”. Spoiler 2: su nuevo hobby tampoco es muy sano.
Nuestro asesino favorito ha cambiado la pistola por el martillo y ahora construye casas para sentirse útil. Ben aparece con cara de “te traigo un marrón” y le suelta que Locke ha muerto y que Widmore va detrás de ellos. Le ofrece volver al negocio de matar gente, porque “ser asesino está en su naturaleza”. Sayid, con una paciencia zen, le dice amablemente que se meta su oferta donde no brilla el sol.
Sayid intenta olvidarse del drama tomando algo en un bar. Conoce a Ilana, la femme fatale más obvia del planeta. Flirtean, se besan, y justo cuando va a empezar la versión tropical de Cincuenta sombras de Sayid, ella le mete una hostia, saca la pistola y le dice que lo lleva a Guam (sí, Guam, ese paraíso de prisiones federales). Romanticismo nivel Lost.
MiniBen aparece con un sándwich y un libro. Básicamente es un niño que quiere ser reclutado por Richard Alpert, pero Sayid no le da ni bola. Aun así, el chaval le dice: “Paciencia”. Ironía pura, considerando que terminará siendo el adulto más impaciente del planeta.
Horace y Radzinsky interrogan a Sayid, pero él se queda callado como buen profesional. Horace le advierte que van a pasar “al siguiente nivel”. Traducción: drogas y tortura, versión flower power.
Juliet ve a Jack y Kate llegar y se le encienden todas las alarmas: “Genial, se acabó la paz.” Sawyer, en plan “baby, yo controlo”, le asegura que todo irá bien. Spoiler: no va bien.
Sawyer va a la celda y le propone a Sayid que confiese algo para salvarle el cuello. Sayid responde: “Paso. Prefiero morir que vivir en tu sitcom Dharma”. Sawyer insiste, Sayid declina. Bromance frustrado.
Sayid es llevado a conocer al torturador oficial de Dharma, Oldham, que vive en una tienda en medio del bosque. Le dan una droga para que “diga la verdad”. Funciona tan bien que Sayid les cuenta TODO: que es del futuro, que todos morirán, que hay estaciones secretas y hasta que conoce a Sawyer. Los de Dharma se miran como si hubieran escuchado a un turista borracho en Tailandia. Oldham, preocupado, dice: “Creo que le di demasiado”.
Sayid, riendo como Joker, contesta: “No, le diste lo justo”.
Reunión en Dharma. Radzinsky grita “¡Matémoslo!” como si fuera una tradición anual. Amy mete baza con la carta de madre preocupada y todos terminan votando a favor de ejecutar a Sayid. Sawyer, para no levantar sospechas, también dice que sí. Democracia a la Dharma: una maravilla.
Sawyer le propone escapar, pero Sayid, iluminado por el destino, dice: “Ya sé para qué he vuelto.” Traducción: va a liarla parda. Sawyer, frustrado, va a pelearse con Kate, pero una furgoneta ardiendo le corta el momento romántico.
MiniBen aprovecha el caos, roba las llaves de su padre y libera a Sayid, que acepta irse con él. Niño y asesino, qué dupla.
En medio de la selva, se topan con Jin. Sayid le miente, pero Sawyer avisa por radio que se ha escapado. Sayid, viendo que ya no hay vuelta atrás, le pega un golpe a Jin, le roba el arma y deja salir su lado oscuro.
Mira al pequeño Ben, que le suplica seguir con él, y dice:
“Tenías razón, Ben. Soy un asesino.”
Y BANG, le pega un tiro.
Benito cae, Sayid se va llorando, y el fandom entra en pánico colectivo. Fin.
“Namaste” es el noveno episodio de la quinta temporada de Lost, el número 95 de la serie. Se emitió el 18 de marzo de 2009 y, aunque no es de los más intensos en cuanto a acción, me parece clave porque nos mete de lleno en la vida dentro de Dharma y empieza a entrelazar el pasado con el presente de forma ya descarada.
Todo arranca con la llegada de Jack, Kate y Hurley al año 1977. Sawyer, que ahora es el jefe de seguridad de la Iniciativa Dharma y responde al nombre de “Jim LaFleur”, se los encuentra con cara de “¿y ahora qué hago con vosotros?”. Después de tres años integrados en esa época, de golpe le caen encima sus antiguos compañeros. Y Juliet, que ahora es su pareja, lo mira sabiendo perfectamente que esto va a traer cola.
Sawyer, que ahora es el hombre tranquilo y calculador, toma el control de la situación. Y gracias a Juliet, que se encarga de falsificar los registros, consigue colarlos como si hubieran llegado con el grupo de nuevos reclutas que acaba de desembarcar en la isla. Una jugada arriesgada, pero que funciona.
Mientras tanto, Jin está buscando señales del resto de pasajeros del vuelo 316 de Ajira y se encuentra con Sayid… que ha aterrizado también en 1977, pero por separado. Lo confunden con un Hostil (uno de los Otros) y lo detienen. Sayid, claro, no entiende nada. Y menos cuando lo interrogan como si fuera un infiltrado.
Y aquí viene una de las mejores escenas del capítulo: el reencuentro entre Jack y Sawyer. Ahora es Sawyer el que toma las decisiones con calma, mientras Jack se lo mira sin saber si sentirse aliviado o humillado. Cuando Jack le cuestiona por qué no tiene un plan, Sawyer le suelta algo que me encantó: que prefiere pensar antes de actuar, como Churchill leyendo cada noche, en vez de tirarse al vacío como él. Una frase que, además de buena, define perfectamente la evolución de Sawyer en comparación con el Jack impulsivo de siempre.
En paralelo, vemos lo que está ocurriendo en 2007. El vuelo Ajira ha aterrizado de emergencia en otra zona de la isla y entre los supervivientes están Sun, Ben y Lapidus. Ben intenta irse por su cuenta, como siempre, pero Sun lo deja inconsciente con un remo. Bien hecho. Ella y Frank cogen una canoa y reman hasta los antiguos barracones de Dharma, donde todo está abandonado, cubierto de polvo y sin señales de vida. Hasta que aparece Christian Shephard (otra vez), que les muestra una vieja foto de los nuevos reclutas de Dharma. Y sí, ahí están Jack, Kate, Hurley y Jin. Sun alucina.
Así que ahora tenemos a parte del grupo en 1977 y a parte en 2007. Treinta años de diferencia. ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Qué criterio sigue la isla? ¿Es el destino, es Jacob, es la física cuántica? Nunca lo sabremos del todo, pero eso forma parte del encanto de Lost.
En resumen, Namaste es un capítulo de transición pero muy bien construido. Hay tensión, reencuentros, misterios y esas pequeñas pistas que, si has estado atento desde el principio, te hacen sentir parte del juego. Todo está perfectamente medido, como siempre. Y ahora que ya sabemos dónde están todos, solo falta descubrir cómo se van a volver a cruzar.
Si tú también tienes teorías sobre por qué unos viajaron en el tiempo y otros no, te leo. Porque yo sigo sin tenerlo claro.
"LaFleur" es el octavo capítulo de la quinta temporada de Lost, emitido el 4 de marzo de 2009.
Un capítulo bisagra que nos transporta directamente a la iniciativa Dharma en su apogeo y que marca una transición importante para varios personajes clave de la serie. A partir de aquí, ya no somos solo supervivientes en una isla misteriosa: ahora jugamos a infiltrarnos entre científicos hippies, seguridad armada y flashes temporales que por fin se detienen.
Todo empieza justo cuando Locke recoloca la rueda. En el otro lado del flash, Sawyer, Juliet, Miles y compañía experimentan una última sacudida. Lo saben porque ya no hay dolor de cabeza, ni narices sangrantes, ni más flashes. Pero el entorno también ha cambiado: estamos en 1974 y, por un instante, vemos por primera vez la estatua egipcia completa. Esa que solo conocíamos por su pie. Un momento clave para los fans más frikis.
Ya instalados en 1974, el grupo rescata a una mujer llamada Amy de un ataque por parte de los Otros. Matan a dos de ellos en defensa propia y, para evitar represalias, Sawyer improvisa una historia: son náufragos que venían de Tahití. Así se presenta como “Jim LaFleur”, el capitán del barco que no existe. Una identidad falsa, pero muy útil.
Amy los lleva al campamento Dharma, donde conocemos a Horace, líder del asentamiento. El grupo es retenido y la confianza no es inmediata. Pero la astucia de Sawyer, sumada a sus conocimientos del futuro, le permite negociar con Richard Alpert (sí, aparece Richard) y evitar una guerra. A cambio, entregan el cuerpo del marido de Amy, Paul, asesinado por los Otros.
Lo que iba a ser una estancia temporal acaba siendo una nueva vida. Saltamos a 1977. Sawyer ya es jefe de seguridad, Juliet es médica de confianza (aunque arrastra traumas de partos anteriores) y el grupo vive integrado en Dharma como si siempre hubieran estado allí.
Amy, la mujer rescatada, ahora es pareja de Horace y está embarazada. Justo cuando él tiene una crisis existencial por descubrir que ella aún guarda un recuerdo de su difunto marido, Amy rompe aguas. Juliet accede a asistir el parto, aunque con reticencias, y lo consigue con éxito: el bebé nace sano. ¿Quién es ese bebé? Ethan, el futuro médico siniestro de los Otros. Lost nunca deja de cerrar círculos.
Después del parto, vemos una de las escenas más luminosas de la serie: Sawyer recoge una flor y se la entrega a Juliet en su casa. Viven juntos. Se aman. Se besan. Han formado una vida en la isla. A diferencia del amor tormentoso entre Jack y Kate, esto parece más real, más reposado. Y Juliet, por fin, parece feliz.
Sawyer ha superado a Kate. O al menos eso dice. En una conversación con Horace, afirma que ya ni recuerda su cara. Que si alguien se va, no siempre vuelve.
Justo cuando creemos que los protagonistas por fin tienen algo de paz, llega el último giro. Jin llama por radio. Ha encontrado algo… o alguien. Sawyer se pone nervioso. Se sube a la furgoneta sin decir dice nada a Juliet. Mal, muy mal. Y ahí se encuentra con Jack (meh...), Hurley (meh...), y KATE (ohhh), que le sonríe como queriendo decir "how you doin'"... (si no lo entendéis, escuchad Colegas, el podcast sobre friends).
“LaFleur” nos da respuestas, cambia el ritmo, redefine el escenario y nos presenta nuevas dinámicas de poder y de relaciones. Vemos la iniciativa Dharma desde dentro, entendemos cómo Sawyer y Juliet se reinventan, y al mismo tiempo, sentimos que todo eso que han construido puede desmoronarse con una sola llamada. Porque en Los, el pasado nunca se queda quieto.
El último salto… y una estatua egipcia con cabeza de cocodriloSawyer toma el mando y… miente (como Jack)Dos semanas… que se convierten en tres añosJuliet y Sawyer: amor en tiempos de Dharma Hasta que vuelven…
En este capítulo de Still Lost, hablamos de “The Life and Death of Jeremy Bentham”, séptimo episodio de la quinta temporada de Lost, emitido el 25 de febrero de 2009. Aquí se nos revela qué pasó con John Locke después de girar la famosa rueda de la isla… y antes de reaparecer, vivito y coleando, en la orilla como si nada hubiera pasado.
Aparece en Túnez, porque claro, cuando giras el volante mágico de la isla, aterrizas en medio del desierto. Allí lo recoge un equipo que, como buen deus ex Widmore, ya lo está esperando. Lo llevan a un hospital y luego se despierta con Charles Widmore a su lado, quien le suelta un bombardeo de revelaciones y herramientas: carpetas con la localización de los Oceanic Six, dinero, un coche, chofer (Abaddon), un móvil con su número y, por supuesto, una nueva identidad: Jeremy Bentham. Todo bien organizado. ¿Por qué? Porque, según Widmore, Locke es el elegido para salvar la isla y tiene que traer de vuelta a todos.
Locke se lanza a la tarea y, como era de esperar, fracasa en cada intento. Said está construyendo colegios en Santo Domingo y no quiere saber nada. Walt ha soñado con Locke, pero queda fuera del plan (por ahora). Hurley cree que Locke es una aparición más y se pone a gritar hasta que lo encierran. Kate le suelta verdades dolorosas y lo acusa de no haber querido nunca a nadie. Jack le dice que no quiere saber nada de su padre ni de Locke ni de la isla.
Uno tras otro, todos le dicen que no. Locke arrastra su silla de ruedas (porque al salir de la isla ha vuelto a quedarse paralítico), cada vez más cansado y frustrado.
Después de tantos rechazos, Locke decide suicidarse. Escribe la famosa nota para Jack (“Ojalá me hubieras creído”) y se dispone a colgarse... Pero justo cuando está a punto de hacerlo, aparece Ben, lo salva y lo convence de que todavía tiene un propósito. Durante esa conversación, Locke menciona a Eloise Hawking, y al oír ese nombre, Ben lo mata sin dudar. Así, sin más. Un asesinato más a la lista de Ben, que aquí se vuelve especialmente crudo.
Locke muere. Literalmente. Pero no termina ahí.
El episodio cierra con los supervivientes del vuelo Ajira Airways 316, entre ellos César e Ilana, explorando una estación Dharma. Descubrimos que el avión ha aterrizado entero (porque lo pilotaba Lapidus, claro) y que hay un pasajero que no aparece en la lista: un calvo cubierto con una manta.
Sí, Locke. Está vivo. O eso parece.
Este episodio es una mezcla entre tragedia personal y puente narrativo. Locke fracasa estrepitosamente como reclutador, es manipulado por todos, asesinado por Ben y, aun así, regresa a la isla. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Es él realmente? Las respuestas empezarán a llegar, pero este capítulo es clave porque muestra el sacrificio de Locke y la gran mentira que lo rodea. Una pieza central en el puzzle de Lost.
"316" es el sexto episodio de la quinta temporada de Lost, 92 de la serie entera y fue emitido el miércoles 18 de febrero de 2009 en Estados Unidos. La manera de volver a la isla es revelada a los miembros de los 6 de Oceanic, pero se presentan problemas antes, cuando no todos desean volver.