Populares programas de 4 minutos que comienzan con una anécdota o historia y terminan con una aplicación moral y espiritual. Se han transmitido de lunes a sábado durante más de 40 años. Actualmente se difunden más de 4 mil veces al día en 30 países en la radio, la televisión y la prensa, y ahora via Internet en Conciencia.net.
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:
«Mi relación con Dios era excelente. Oraba al levantarme y al acostarme todos los días. Pero al pasar el tiempo, empezó a cambiar todo porque me mudé a la ciudad por motivo del trabajo. Desde ese momento dejé la iglesia....
Mi vida va de mal en peor. Trato de no pecar... pero no puedo. Al pasar los días, vuelvo a hacer muchas cosas que aborrece Dios. A veces... pienso que no tengo perdón de Dios. Ahora ni ganas de orar tengo, ni de leer la Biblia. Siento que me estoy yendo a la perdición. ¡Ayúdeme! ¿Qué hago? Quiero cambiar, volver a Dios.»
Este es el consejo que le dio mi esposa:
«Estimado amigo:
»¡Usted no es el único! Comprendemos lo que le está pasando y queremos ayudarle. Muchas otras personas han tenido la misma experiencia, y pudieron volver a Dios.
»Usted seguía una rutina que incluía su comunicación personal con Dios y la asistencia a la iglesia junto con otros que lo inspiraban y estimulaban en su vida espiritual. Pero luego hubo un vuelco en esa rutina, y usted se encontró en un nuevo lugar con nuevas rutinas. Ya no contaba con el apoyo de miembros de una iglesia, y eso facilitó que descuidara sus rutinas antiguas y su comunicación con Dios.
»Hace muchos años el Hermano Pablo, a fin de ayudarnos a comprender mejor la fe, enseñó que nuestra relación personal con Dios es como un imán. Cuanto más nos acercamos a Dios, mayor es la atracción hacia Él. Cuando leemos y escuchamos lo que Dios nos dice en la Biblia, agradeciéndole de continuo por todas sus bendiciones, y nos comunicamos a diario con Él en oración, meditando en su gracia y su amor, sentimos su presencia. En cambio, cuando dejamos de hacer esas cosas, la atracción es cada vez menor y comenzamos a sentirnos solos y abandonados, y nos preguntamos dónde estará Dios.
»¡Le tenemos muy buenas noticias! Dios escuchó el clamor de su corazón mucho antes de que usted nos expresara a nosotros lo que estaba sintiendo, y ha estado esperando a que se vuelva a Él. Dios lo perdonará, sin que importe lo que haya hecho. Lo sabemos porque Juan el apóstol enseñó que “si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”.1 ¿Se dio cuenta de la palabrita “toda”? Él le perdonará todos los pecados que usted haya cometido.
»Fíjese metas pequeñas y comience a cumplirlas hoy mismo. Pídale perdón a Dios y acepte ese perdón, y luego exprésele a Dios su agradecimiento en oración. Acto seguido, busque una iglesia en la que los miembros aman a Dios y donde usted pueda fortalecerse y sentirse motivado. Lea los Salmos y observe particularmente las oraciones del rey David, quien cometió adulterio y homicidio cuando se alejó de Dios por un tiempo. Cada día, enfóquese en un pasaje de la Biblia que le recuerde la fidelidad de Dios.»
Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 753.
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net
El cielo se encapotó sobre Tijuana, México. Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. Era una tormenta que venía desde el sur, originada en el Pacífico. En pocas horas cayeron 120 milímetros de agua.
El río Tijuana, por lo general tranquilo y de poca agua, se convirtió en un torrente arrollador. Doce personas murieron en el torrente. Un vecino dijo, llorando ante las cámaras de televisión: «Lo he perdido todo: mi casa, mis muebles, mi camión. El río se lo llevó todo.»
¡Qué terrible es la fuerza de un río que se desborda! Esto ocurre en ríos de valles estrechos, cuyas aguas nacen entre montañas. La lluvia que se descarga torrencialmente en el embudo de las montañas corre por el estrecho canal con fuerza arrolladora. Sobrepasando la capacidad del río, el agua se desborda e invade campos y terrenos, casas y pueblos, causando grandes desastres.
Los habitantes de Tijuana se valieron de un recurso. Amarraron una cuerda larga a un lugar en tierra firme, se agarraron de la otra punta, y uno a uno se fueron salvando. Tijuana nunca olvidará esa amarga tragedia.
Si bien la cuerda fue la salvación para muchos en Tijuana, ¿qué cuerda hay para las tormentas de la vida? El padre de familia, cuando todo va bien, es como un río manso que corre lentamente, al lado del cual da gusto vivir. Pero si toma un par de tragos de más, ese alcohol se mete en su cerebro y comienza a correr con la violencia de un río desbordado, causando estragos, destrucción y aun muerte. ¿Y de qué cuerda se agarra la esposa que sufre a causa de él?
El hijo, orgullo y esperanza de sus padres, comienza a faltar a la escuela. Llega muy tarde a la casa. Por momentos, sin motivo alguno, se enloquece y golpea a cuantos están a su lado. Cuando por fin todo sale a la luz, se descubre que es drogadicto, y cuando se quiere detener el mal, es ya un río violento que arrasa con todo lo que tiene por delante. ¿Y de qué cuerda se agarran los confundidos padres?
¿Habrá algún remedio contra el dominio del alcohol o de las drogas? ¿Habrá alguna cuerda que salve al que se hunde en el río de la desesperación?
Sí la hay. Es Jesucristo. Él tiene poder para dominar las fuerzas primitivas que bullen en el corazón humano. Y tiene poder para salvar a todo el que en Él cree. Cristo es la cuerda salvadora. Busquémoslo. Entreguémosle nuestra vida. Él quiere y puede ser nuestro Salvador.
Hermano Pablo
Un Mensaje a la Conciencia
www.conciencia.net
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:
«Siendo hijo de pastores, predicador y líder de jóvenes y de alabanza con nueve años de matrimonio y una hija de cinco años, dejé mi vida de oración. Todo comenzó cuando mi esposa dejó de prestarme atención. Debido a su trabajo, a la escuela y al cuidado de nuestra hija, dejó de arreglarse para mí. Al momento de querer tener intimidad, siempre ponía excusas.
»A pesar de que sé que me ama, hace casi dos años comencé una relación con otra mujer, pero ¡estoy muriendo por dentro!»
Este es el consejo que le dio mi esposa:
«Estimado amigo:
»... Las consecuencias son severas para cualquiera que lleva una doble vida, pero son especialmente graves para el que es líder en una iglesia. Las decisiones que usted ha tomado lo han descalificado para seguir sirviendo allí. Eso quiere decir que usted debe renunciar de inmediato (hoy o mañana) a todas las responsabilidades que tiene en la iglesia y confesarle su pecado al pastor principal, no porque él pueda perdonarlo sino porque es su líder espiritual....
»Lo que usted ha hecho puede llegar a ser la causa de que algunas personas dejen de seguir a Cristo. Pensarán en que usted, como líder de ellos, fingió tener una relación estrecha con Dios a la vez que mentía y cometía adulterio. Algunos creerán que todos los líderes espirituales son hipócritas, igual que usted. Y a su esposa le resultará más difícil que a cualquier otra persona soportar esa situación.
»Si bien usted admite que dejó de comunicarse con Dios, también especifica todas las cosas que su esposa hizo, o dejó de hacer, que lo llevaron a interesarse en otra mujer. Si usted hubiera estado siguiendo a Dios de cerca, como fingía estarlo, habría reconocido que hay maneras mucho más eficaces para afrontar semejantes problemas matrimoniales. Dios podría haberle dado la sabiduría necesaria, pero usted decidió ignorarlo por completo.
»Su esposa puede optar por perdonarlo y darle otra oportunidad, pero ella en definitiva no está obligada a hacerlo. La Biblia justifica el divorcio cuando hay adulterio de por medio, tal como el que usted ha cometido. De modo que le instamos a que no trate de culparla a ella de nada, sino más bien de asumir plenamente la responsabilidad de haber traicionado a Dios como también de haberla traicionado a ella.
»La buena noticia es que Dios ha prometido perdonarlo si usted le confiesa sus pecados y hace lo correcto. Su Hijo Jesucristo pagó el castigo por el pecado que usted ha cometido cuando Él murió en la cruz del Calvario.1 Gracias a Dios, Él le dará una nueva oportunidad aun cuando nadie más lo haga.»
Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 872.
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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(Día Internacional de los Derechos Humanos)
«Su carta a Luisa Gil no tenía una sola palabra que no fuera verdad: “Con mucho pesar, y aunque por ello sufran mis sentimientos, debo renunciar a mi amor por ti, y anunciarte adolorido que no podemos casarnos. Me lo prohíbe la superioridad, en razón de las actividades antitrujillistas de tu hermano.... Aunque siempre te recordaré con amor, no volveremos a vernos.”
»... El [segundo] teniente García Guerrero... entró al despacho del mayor [Figueroa Carrión]... y éste... le mostró la carpeta de tapas rojas que tenía sobre el escritorio.
»—¿A que no sabes qué hay aquí? ... ¡Tu ascenso a teniente primero, muchacho! ...
»... Los privilegiados... oficiales a los que se confiaba los puestos de mayor responsabilidad eran sometidos a una prueba de lealtad a Trujillo antes de ser ascendidos.... El mayor... le ordenó que fuera a buscarlo a su casa a las ocho de la noche....
»A las ocho, Amadito estuvo en casa de su jefe. Éste... subió al vehículo de un salto y... ordenó...:
»—A La Cuarenta, Amadito.
»—¿A la cárcel, mi mayor?
»—Sí, a La Cuarenta....
»Allá [los] estaba esperando... el coronel Abbes García.... [todopoderoso] jefe del SIM (Servicio de Inteligencia Militar)....
»—Buenas noches, teniente.
»—Buenas noches, mi coronel....
»—Felicitaciones por el nuevo galón.... El SIM recomendó su ascenso.... Usted es uno de los pocos oficiales a los que se les negó el permiso para casarse y obedeció sin pedir reconsideración. Por eso el Jefe lo premia, adelantándole el ascenso un año....
»—¿Qué debo hacer, mi coronel? ... ¿Se trata de la prueba de la lealtad, cierto? ...
»—Tiene razón, teniente.... [Tiene que] matar a un traidor con [sus] manos.... Y sin que le tiemblen....
»El prisionero, amordazado, estaba sin zapatos.... Tomando... conciencia de lo que iba a ocurrirle, comenzó a retorcerse, a rugir, tratando de zafarse de las ligaduras y de la mordaza....
»—¿Tiene usted ahí su arma? —preguntó el coronel Abbes García—. No haga sufrir más al pobre diablo.
»Amadito asintió, sin decir palabra. Dio unos pasos hasta ponerse junto al prisionero.... Le puso el cañón de su pistola en la sien y disparó. El tiro lo ensordeció y le hizo cerrar los ojos un segundo....
»—Usted tiene nervios bien templados —aprobó el coronel Abbes García—..... ¿No tiene curiosidad por saber quién era ése?
»—Prefiero no saberlo, mi coronel.
»—Qué fácil sería, si uno hiciera estas cosas sin saber de quién se trata.... Si uno se tira al agua, tiene que mojarse. Era uno del 14 de junio, el hermanito de su exnovia, creo. ¿Luisa Gil, no?»1
Con razón que Amadito, protagonista de la novela histórica del Premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa titulada La Fiesta del Chivo, le dice luego a su amigo, a quien le acaba de relatar el incidente: ¡«La próxima vez que dispare, será para matar a Trujillo»!2 Pero ya es demasiado tarde para oponerse a la terrible arbitrariedad de tener que abandonar a su novia, y a la despiadada tiranía que le ordena matar a sangre fría al hermano de ella.
Quiera Dios que ninguno de nosotros caiga en esa trampa mortal en que cayó Amadito, sino que respondamos más bien como San Pedro y los demás apóstoles en su defensa ante la asamblea general de los ancianos de Israel: «¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!»3
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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(Víspera del Día Internacional de los Derechos Humanos)
«... Amadito [se graduó] como espada de honor —¡el primero en una promoción de treinta y cinco oficiales!—... y, años más tarde... [ingresó] a la unidad más prestigiosa de las Fuerzas Armadas: los ayudantes militares, encargados de la custodia personal del Generalísimo....
»... [En] un paseo en... La Romana... se enamoró como un loco de [una] morenita espigada y ocurrente, de ojos chispeantes.... Y ella de él.... Era la mujer de su vida; nunca podría estar con nadie más. El apuesto Amadito había dicho estas cosas a muchas mujeres desde sus días de cadete, pero esta vez las dijo de verdad. Luisa lo llevó a conocer a su familia, en La Romana, y él la invitó a almorzar.... Quedaron encantados con [ella]. Cuando les dijo que pensaba pedirla, lo animaron: era un encanto de mujer. Amadito la pidió formalmente a sus padres. De acuerdo con el reglamento, solicitó [al comando de los ayudantes militares] autorización para casarse....
»... La respuesta a su solicitud demoraba. Le explicaron que el cuerpo de ayudantes la pasaba al SIM [Servicio de Inteligencia Militar], para que éste investigara a la persona.... El día veintiuno, el Jefe lo llamó a su despacho. Fue la única vez que cambió unas palabras con el Benefactor, pese a haber estado tantas veces cerca de él....
»—¡Teniente segundo García Guerrero, a la orden, Excelencia!
»—Pase —dijo la aguda voz del hombre que, sentado en el otro extremo de la habitación, ante un escritorio forrado de cuero rojo, escribía sin alzar la cabeza—.... Una buena hoja de servicios, teniente —lo oyó decir.
»—Muchas gracias, Excelencia....
»—Esa hoja de servicios tan buena no puede mancharla casándose con la hermana de un comunista. En mi gobierno no se juntan amigos y enemigos.... El hermano de Luisa Gil es uno de esos subversivos del 14 de junio. ¿Lo sabía?
»—No, Excelencia.
»—Ahora lo sabe.... Hay muchas mujeres en este país. Búsquese otra.
»—Sí, Excelencia.
»Lo vio hacer un signo de asentimiento, dando por terminada la entrevista.
»—Permiso para retirarme, Excelencia.
»Hizo sonar los tacos y saludó. Salió con paso marcial, disimulando la zozobra que lo embargaba.»1
Menos mal que nosotros, como lectores de este pasaje de la novela histórica del Premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa titulada La Fiesta del Chivo, no tenemos que disimular el disgusto que sentimos a causa de semejante despotismo, arbitrariedad y prepotencia. Si bien a los jóvenes de Occidente del siglo veintiuno les parece insólito que en tiempos pasados, y en otras culturas, los padres hayan tenido o aún tengan el poder de aprobar y hasta seleccionar a la persona con que han de casarse, ¡cuánto más no los asombraría la idea de que quien escogiera o vetara a su futuro cónyuge fuera el gobernante supremo de su país!
Lo irónico del caso es que Dios, que es el Gobernante Supremo del universo, no es ni déspota, ni arbitrario ni prepotente. Él desea más bien que ejerzamos el libre albedrío con que nos creó, al escoger nosotros mismos a nuestro cónyuge con la promesa de fidelidad hasta la muerte, pase lo que pase, y al elegir a su Hijo Jesucristo como nuestro Señor y Mandamás, a fin de que podamos disfrutar de vida plena y eterna.2
Carlos Rey
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(Antevíspera del Aniversario de la Entrega del Premio Nobel a Ernest Hemingway)
Escrita en 1951 en la isla de Cayo Blanco (frente a la playa de Varadero en Cuba), fue la última obra de ficción importante publicada en vida de Ernest Hemingway, y tal vez su más famosa. Considerada una de las obras más destacadas del siglo veinte, le mereció el Premio Pulitzer en 1953, un año antes de que Hemingway recibiera el Premio Nobel de Literatura por su obra completa.
Se trata de El viejo y el mar, novela breve que cuenta la historia de Santiago, un pescador cubano, ya anciano, que lleva ochenta y cuatro días sin pescar nada. Harto de su mala racha, se propone salir solo —sin Manolín, el joven que antes lo acompañaba—, y no regresar a tierra hasta volver a tener éxito mar adentro en el Caribe. Por fin logra enganchar un enorme marlín, pero traba con el pez una lucha a muerte que dura tres días. El viejo logra finalmente matar a su gigantesca presa, más grande aún que su esquife, pero en el camino de regreso a casa diversos tiburones poco a poco devoran el pez, dejándolo sin carne. Menos mal que la enormidad del esqueleto basta para que recupere el respeto de sus compañeros de pesca y refuerce la admiración del joven Manolín, que decide volver a pescar con él.
Antes de aquella faena, Santiago le había dicho a Manolín: «Ojalá no se presente un pez tan grande que me haga quedar en mal lugar.» Y el joven le había asegurado: «Si sigue usted tan fuerte como dice, no habrá pez que pueda con usted», a lo que el viejo había contestado: «Quizá no lo sea tanto como creo. Pero conozco muchos trucos y soy un hombre decidido.»1
A lo largo de los tres días de su épica lucha contra el marlín, el viejo exclamó: «¡Ojalá estuviese aquí el chico para ayudarme!» Pero no fue una sola vez; fueron cinco las veces que se lamentó: «¡Ojalá estuviese aquí el chico!» Y en una de esas añadió: «Nadie debería estar solo de viejo».2
Gracias a Dios, a la inversa de cómo al final Santiago ya no tendría que estar solo de viejo en las luchas que le esperaban, sino acompañado por su discípulo Manolín, nosotros como discípulos de Cristo no tenemos que estar solos en las luchas que enfrentaremos, sino que podemos estar siempre acompañados por Él como nuestro Maestro. Eso fue precisamente lo que Jesucristo, siendo el Hijo de Dios, les prometió a sus discípulos antes de regresar a su hogar en el cielo para estar de nuevo al lado del Padre celestial. Habiendo acabado de vencer a nuestro enemigo mortal al pagar el castigo por nuestro pecado, Jesús les dijo: «Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.»3
Lo cierto es que eso es lo que más necesitamos, ya que, tal como nos advierte el apóstol Pablo: «Nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra... fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales».4 Más vale entonces que nos aseguremos de ir acompañados por Cristo, para que con su fuerza divina ¡no haya pez maligno que pueda con nosotros!
Carlos Rey
Un Mensaje a la Conciencia
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